Cristina, la niña con discapacidad que demuestra que la inclusión educativa sí es posible
Pudo ir a la escuela por primera vez a los 9 años y aprender con una maestra que cuenta con experiencia y herramientas de educación inclusiva
- Redacción / Yo también
- Octubre 29, 2024 - 09:00 p.m.
- INTERNACIONAL
Cristina es una niña con discapacidad que comenzó a ir a la escuela por primera vez a los nueve años. La escuela 'San Miguel' de San Pedro del Paraná, en Paraguay, la recibió en su aula en el mes de febrero y para ella fue amor a primera vista.
Ceferina, la madre de Cristina, recuerda todo lo que tuvo que pasar para que su hija comenzara a ir a la escuela. La familia de la niña, quien vive con parálisis infantil, se ubica en una humilde vivienda en el departamento de Itapúa, en Paraguay, un país en el que uno de cada cuatro niños, niñas y adolescentes está fuera de la escuela.
De acuerdo con Unicef, las razones de este problema son múltiples: la situación de pobreza en la que viven las familias, la baja percepción de la sociedad sobre la importancia de la educación y la ausencia de servicios integrados que contribuyan a la permanencia en la escuela.
Entre los grupos en mayor situación de vulnerabilidad está el de las personas con discapacidad y asimismo se estima que al menos el 10 por ciento de los niños, niñas y adolescentes de Paraguay tiene alguna discapacidad.
La falta de acceso a servicios y de diagnóstico profesional, limitados entornos de aprendizaje y pedagogías no centradas en el estudiante son algunas de las barreras que contribuyen a la exclusión.
Derribar barreras para Cristina y todos los demás
Cuando referentes del proyecto "¡Vamos a la escuela!" realizaron las visitas casa por casa buscando a niños que no estaban dentro del sistema escolar, contactaron con Francisca Benítez, presidenta de la fundación Divina Misericordia. Desde ese momento se realizó un trabajo colaborativo para buscar a niños y niñas en situación de vulnerabilidad, y así encontraron a Cristina.
Como un gran rompecabezas inició el desafío para que ella pueda ir a la escuela: ya no solo sería el sueño de Ceferina que su hija pueda aprender muchas cosas para tener un mejor futuro, sino representaba un logro de toda la comunidad que las barreras con las que se encontraba esta familia fueran derribadas de a poco.
María Alderete, facilitadora del proyecto, contó que en esas primeras visitas a Ceferina le parecía imposible que su hija pudiera algún día recibir educación formal. "Esto les cambió la vida. Es muy importante lo que estamos haciendo, articular entre distintos sectores para garantizar derechos, es dar esperanza a los niños y niñas", aseguró.
Una vez que desde el proyecto se apoyó la matriculación y los requisitos necesarios para el inicio de clases, la directora de la escuela, Olga Servín, le entregó a Cristina el uniforme y todos se predispusieron a colaborar para recibirla con mucho cariño.
Unos 800 metros de distancia separan la casa de Cristina de la escuela. Juntas, ella y su mamá, van pasando por caminos de tierra, empedrado y asfalto, pero nada es impedimento para faltar a clases, sobre todo porque la niña aprende de diversas maneras con ayuda de su profesora Elizabeth Pereira, quien cuenta con experiencia y herramientas de educación inclusiva.
Superar el miedo de llevarla a la escuela
"Al principio tenía miedo de llevarle a la escuela porque no sabía si le iban a atender bien, luego me animé y le llevé. Me quedaba con ella dos o tres horas. Luego vi que estaba contenta y me animé a dejarle con la profesora, ya me sentía tranquila porque la atienden demasiado bien. Ella se siente muy bien y feliz desde que va a la escuela. Tiene los mismos derechos que otros niños", agregó la mamá de Cristina.
En ese tiempo, la profesora Elizabeth, encargada de acompañar el proceso de inserción y permanencia de Cristina en la escuela, realizó actividades de inducción a los demás alumnos y alumnas y a sus padres y madres, de modo a que la inclusión y accesibilidad sea una realidad.
"¡Vamos a la escuela! pudo incorporarle a Cristina a la sociedad, porque ella nunca tuvo contacto con otros niños y niñas. La interacción de Cristinita no solo es conmigo sino también con sus pares. Es admirable ya que ella se expresa y se hace entender respecto a lo que está precisando en ese momento y sus compañeros la ayudan con respeto y empatía", comentó.
Para lograr esto, destacó el rol del docente: "Somos los que podemos cambiar por completo a ese niño o niña que nos necesita. Muchas veces no se aprenderán las materias esenciales, pero nunca se olvidarán del docente que estuvo dispuesto en dar el sí y tomarlo como un desafío de aprendizaje".
Elizabeth comenta que "ese granito de arena puede construir una montaña". Por ejemplo, "Cristinita logró enseñarnos a ver a todos con una mirada diferente, de amor, aceptación y a erradicar esa mirada indiferente que la sociedad está acostumbrada a brindar".
Esta información fue publicada originalmente en http://yotambien.mx/un portal sobre discapacidad inclusiva
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