Celebra León XIV Jubileo de la Consolación y llama a confiar en que Dios secará nuestras lágrimas

A veces en nuestra vida los anteojos para ver a Jesús son las lágrimas, dijo

Celebra León XIV Jubileo de la Consolación y llama a confiar en que Dios secará nuestras lágrimas

El Papa León XIV celebró este 15 de septiembre la vigilia de oración por el Jubileo de la Consolación en la Basílica de San Pedro, donde pidió que el "dolor no debe generar violencia".

Tras escuchar los testimonios de Lucia Di Mauro, una mujer italiana, cuyo marido fue asesinado por un grupo de jóvenes; y el de Diane Foley, madre del periodista James Foley, decapitado por los terroristas del Estado Islámico en 2014, el Sumo Pontífice exhortó a todos a confiar en que Jesús secará nuestras lágrimas.

Por ello refirió que la violencia padecida no puede ser borrada, pero el perdón concedido a quienes la generaron es una anticipación en la tierra del Reino de Dios, y recordó que, en ocasiones, buscamos a quienes nos consuelen y no los encontramos, y es ahí donde debe estar la Iglesia.

"Donde está el mal, allí debemos buscar el alivio y la consolación que lo vencen y no le dan tregua. En la Iglesia quiere decir: nunca solos. Apoyar la cabeza en un hombro que te consuela, que llora contigo y te da fuerza, es una medicina de la que nadie puede privarse porque es signo de amor. Donde el dolor es profundo, aún más fuerte debe ser la esperanza que nace de la comunión. Y esta esperanza no defrauda", indicó.

El Vicario de Cristo dijo que, a veces en nuestra vida los anteojos para ver a Jesús son las lágrimas, por ello señaló que no hay que avergonzarse de llorar.

"Las lágrimas son un lenguaje que expresa sentimientos profundos del corazón herido. Las lágrimas son un grito mudo que implora compasión y consuelo. Pero aun antes son liberación y purificación de los ojos, del sentir, del pensar. No hay que avergonzarse de llorar; es una manera de expresar nuestra tristeza y la necesidad de un mundo nuevo; es un lenguaje que habla de nuestra humanidad débil y puesta a prueba, pero llamada a la alegría", abundó.

Además, apuntó que, del dolor personal, también está el suplicio colectivo, haciendo referencia a las guerras que se viven en algunas naciones, como Ucrania y Medio Oriente.

"Así como existe el dolor personal, también en nuestros días existe el dolor colectivo de pueblos enteros que, aplastados por el peso de la violencia, del hambre y de la guerra, imploran paz. Es un grito inmenso, que nos compromete a rezar y actuar para que cese toda violencia y para que quienes sufren puedan recuperar serenidad; y compromete ante todo a Dios, cuyo corazón palpita de compasión, para que venga su Reino. La verdadera consolación que debemos ser capaces de transmitir es la de mostrar que la paz es posible, y que brota en cada uno de nosotros si no la sofocamos", puntualizó.

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